Allí estábamos, perdidos en las miradas ajenas del momento apropiado,
pensando en lo prohibido del beso y la caricia que alimentaban nuestras almas, la llanura que formaba la lana del manto que ahogaría el frió, se prolongaba en el infinito y aun así no alcanzaba para cubrir tanta piel.
Las horas cruelmente parecieron minutos y el curso despiadado del tiempo nos mostró una vez más lo corto que puede ser, aún al cerrar mis ojos pueden mis labios sentir el sabor inédito del beso tierno, que solo la pureza del amor verdadero puede brindar y dibujan mis manos la forma precisa, de quien en penumbras dejó la vergüenza olvidada,
en las ropas arrojadas al rincón del cuarto.
Aclamada gloria inmortal del cuerpo, que un día llega y al siguiente no está, que aglomera sentimientos y derrocha emociones, que deja sin aliento a los enamorados pero felices a sus corazones, pecado prohibido en boca del necio y milagro concebido con los ojos del amor, ¿cómo decir tu significado sin llegar exagerar?
Los dos que un día fuimos extraños, ahora pensamos en común, miramos un futuro que sin la participación de ambos no tiene razón de ser, es la magia del sentimiento, la calidez de un te quiero que no encuentra sinónimo alguno, en la variedad de sensaciones que se sienten al diario vivir...
